Es harto sabido que la oferta gastronómica que tiene nuestra ciudad es variada y numerosa.
Podés encontrar restaurantes con comidas de todo tipo, ubicados en subsuelos o en el último piso de un edificio ultramoderno, con decoración minimalista o el mejor estilo rococó. Sin embargo, no todo en la vida es lujo o sofisticación. En la gastronomía, también hay un mundo que se presenta relajado y sin pretensiones, y no por eso es menos significativo y relevante en cantidad de adeptos (o adictos!).
Señoras y señores, con ustedes… los tan queridos bodegones. Ellos son la primera opción para mucha gente al momento de decidir adónde ir a comer. Son conocidos como lugares para comer como en tu casa las comidas que te hacía la nonna, barato (dentro de lo que se puede), y sobre todo, una cantidad que haría temblar al más guapo.
Antigourmet es un medio independiente que , según sus propias palabras, les gusta…
recorrer lugares honestos como bodegones, cantinas, clubes, comederos, fondas y sucuchitos, en busca de buena comida para compartir con amigos
Coincido 100% con este concepto porque, en definitiva, no intentan aparentar lo que no son, ni se preocupan más por las presentaciones de sus platos que por la calidad y el sabor de los mismos. Generan un sentido de pertenencia muy grande al estar conectados con el barrio en el cual están. Incluso, algunos se encuentran dentro de clubes barriales o en zonas históricas.
Por qué ir a un bodegón.
Hay muchas razones pero lo voy a sintetizar en las siguientes.
- La comida es casera y tradicional: sus orígenes están fuertemente marcados por la gastronomía europea (sobre todo italiana, española y alemana) debido a la gran inmigración. La comida es preparada por cocineros que muchas veces han heredado recetas familiares y las han perfeccionado a lo largo del tiempo.
- El ambiente es acogedor y familiar: suelen tener un ambiente cálido, con una decoración sencilla que te hace sentir como en casa. Es común encontrarse con mesas grandes donde se reúnen familias y amigos para disfrutar de una buena comida y conversación.
- Los precios son accesibles: en comparación con otros tipos de restaurantes, los bodegones tienden a tener precios más accesibles. Esto los convierte en una opción atractiva para aquellos que buscan una comida sabrosa y abundante sin que se les vaya del presupuesto.
- El menú es amplio: la propuesta de platos es variada, desde carnes asadas hasta guisos tradicionales, pastas, pescados y mariscos, entre otros. Así que siempre vas a poder encontrar aquello que estés buscando.
- La atención es personalizada: generalmente son “atendidos por sus propios dueños” y los mozos de toda la vida conocen a la perfección los gustos de sus clientes.
- Son auténticos y tradicionales: ellos conservan y protegen la autenticidad culinaria y honran las tradiciones gastronómicas y de la idiosincracia porteña.
Pero por sobre todas las cosas, por su mística. Eso es algo que no vas a encontrar en ningún otro lado y que ellos muestran con orgullo en sus manteles de papel, botellas de vino por doquier, patas de jamón colgando del techo, banderines de fútbol, estantes llenos de chucherías varias, fotos de famosos que visitaron el lugar, y esos mozos y cocineros que, con un gran oficio, son los verdaderos guardianes de la cultura bodegonera.
Te paso algunos recomendados (aunque todos lo son).
Opciones hay en todos los barrios de la Ciudad, y cada uno tiene sus características,
- El emblemático El Globo, con su clásico puchero, ubicado por Monserrat.
- El Ferroviario a metros de la Estación Liniers del tren Sarmiento, con especialidad en carne, temática ferroviaria y juegos para chicos.
- El Antojo que asegura preparar la mejor milanesa de Buenos Aires.
- El Obrero, histórico del barrio de La Boca fundado desde 1954.
- Rotisería Miramar, conocida por darle vigencia a platos ya olvidados (como los caracoles o rabo de toro) y por provocar a la clientela a que “pida lechón todo el año”.
- El Bochín de la calle Julián Alvarez con su esencia de club de barrio, donde definitivamente tenés que compartir los platos porque no salís ileso de tanta abundancia.
- A los amigos, en la calle Loyola, un clásico pero con combinaciones de platos poco habituales.
- El Bodegón Nuñez, que lleva su nombre por el barrio en el que está ubicado, entre tantos otros.
En síntesis, la experiencia de haber ido a un bodegón es algo que todos tenemos que tener, para sentir la mística y absorber ese pedacito de historia barrial que cada uno nos transmite. Todo esto acompañalo con una tortilla de papas bien babé, una milanesa a la napolitana del tamaño de una valija o unas rabas que parecen neumáticos del 60 ramal Tigre.
Cerrame la 10!